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Leve Retina Numero 06
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Leve Retina (c)
(Revista Literaria de Repercusión Telemática)
Año 1 - Número 6. (Enero 1995)
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Leve Retina es el nombre de un poema de Arturo Carrera en su libro
"La Banda Oscura de Alejandro". Agradecemos su generosidad al
permitirnos utilizarlo para la revista.
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Submission adresses: Internet: leve_retina@appeal.uba.ar
Fidonet : 4:900/109.99
Para información adicional, lea las últimas páginas de Leve Retina.
= INDICE ======================================================== INDICE =
Editorial ......................................................2
"Los de al lado" (por Luz Pearson) ................................3
"/\/\/\ HOLA, MI AMOR. /\/\/\ " (por Federico 'Pilo' Firpo)......3
"La araña invisible I" (por Marcelo Alonso)........................5
(sin título) (por Hernando Tejedor)................................7
"Melancolía" (por Florencia Abbate)................................8
"Secuestro" (por Florencia Abbate).................................9
"Sequía" (por Matías Giovannini)...................................9
"Las verdad" (por Martín Roo)......................................11
"¿O acaso la tan tediosa, fermosa, anhelada, añejada libertad
es ser el zapatero de la esquina?" (por Federico Joselevich).......18
"Ella y nadie más" (por Diego Jägger)..............................18
"Carta a mi jefe" (por Claudio Di Renzo)...........................20
Golosinas.......................................................21
Espacio de Publicidad...........................................21
Misceláneos
Staff .............................................................22
Donde y cómo conseguir Leve Retina ................................23
Legales ...........................................................23
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Leve Retina Nº 6 Pag. 1
= EDITORIAL ================================================== EDITORIAL =
Leve Retina: (del lat. levis retïna) f. Anat. efecto producido en
los ojos por la larga exposición a los rayos catódicos de los
monitores de las computadoras. 2. Lit. ojo crítico aplicado a la
producción literaria.
Teóricamente, cuando llegan los fines de año (porque, aunque parezca
increible, siempre llegan), todos los editoriales de las revistas están
dedicados a hacer un balance diciendo que "este año que nos ha llenado a
todos de producción y de felicidad porque hemos estado trabajando y..."
etc. etc. etc. En la práctica éste es un editorial de una revista así
que voy a tener que empezar de nuevo:
Anoche, mientras cenaba con unos amigos, estuvimos largo rato
discutiendo acerca de las motivaciones que cada uno de nosotros tiene al
levantarse a la mañana. Fue una de esas charlas en donde se ponen sobre
la mesa, como cartas de truco, un sinfín de proyectos y visiones. De
pronto me di cuenta que una parte importante de las motivaciones que a
mí me acometen, acosan, azuzan todos los días están aquí, donde más allá
de las personas, personajes, héroes y heroinas, se juega un poquito el
estar abierto. Este es un punto de discordia con el mundo puertas para
afuera. Lo interesante es que las puertas del mundo de puertas-
paradentro, es decir, las puertas del mundo de las redes, se abren con
sólo decir un "no estoy de acuerdo" o "me parece que...", con estar lo
suficientemente abierto a conocer opiniones distintas y versiones
distintas de la historia de las cosas. Quienes habitan las redes, tienen
que tener esta virtud. Sin un mínimo de apertura el equilibrio no se
sostiene y todo se muere.
Leve Retina es un producto de las redes y uno de sus mayores anhelos
es el de ser un espacio abierto, aire libre para las letras.
Espero sepan disculpar la solemnidad.:)
Como se darán cuenta, este es el número de Enero mas no el de
Diciembre: es un error conceptual.
Textos han pasado y, espero, seguirán pasando por nuestras páginas
de aquí en más, esa es, y no otra, la razón por la cual ("...me enamoré
de Maria Luisa..."), ehem..., por la cual hacemos Leve Retina.
Federico Joselevich
(4:900/109.0@fidonet.org)
(fjoselevich@appeal.uba.ar)
---
* Origin: Leve Retina (4:900/109.99)
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Leve Retina Nº 6 Pag. 2
= CUENTOS ====================================================== CUENTOS =
From : Luz Pearson 4:900/109.8
Subj : Los de al lado
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Luz Pearson, personaje de por sí muy luminoso que
colabora una revista zonal en la zona de Villa Crespo.
Sus cuentos tienen el modo escupitajo (sic). Eterna
olvidada en las menciones a los colaboradores en las
penúltimas páginas de las Retinas Leves. También
conocida como Luz. Por cierto, todos los mensajes
que hemos leido de ella, han sido borrados antes de
salir.
Los de al lado
==============
Escuchábamos crujir el elástico de la cama de los de al
lado, y nos mirábamos, y era inevitable pensar por qué
nosotros no estábamos haciendo lo mismo.
Y lo hicimos.
Con el sol, volvimos a escuchar a los de al lado -se gritaban
furiosos-, y nos miramos, y fue inevitable pensar por qué
nosotros no estábamos haciendo lo mismo.
Y lo hicimos.
---
* Origin: el re la mi sin fin (4:900/109.8)
= CUENTOS ====================================================== CUENTOS =
From : Federico 'Pilo' Firpo 4:900/109.25
Subj : /\/\/\ HOLA, MI AMOR. /\/\/\
==========================================================================
Federico 'Pilo' Firpo, ácido integrante de las
comunidades virtuales, experto jugador de la dialéctica
cotideana y la no tanto. También conocido como Federpo,
Pilo, Federico, Pilum, etc.
/\/\/\ HOLA, MI AMOR. /\/\/\
==============================
HOLA, MI AMOR. Marco cierro espacio, dibujos del dolor,
estampidos secos y errantes pasan, vuelven. Hola. Te amo, te
busco, ternura, sueño de mis manos, tiempo de mis horas,
juguete de mis juegos, te sueño, acá. ¿Dónde habré puesto
los puchos? Tendría que dejar de fumar esta mierda, me está
matando y vos sos casi como el futuro que nunca empieza,
como los ornatos de las vestiduras de las damas de la corte
francesa, que escondían olor a sudor y mugre pegada a un
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Leve Retina Nº 6 Pag. 3
cuerpo transitado por cuerpos igualmente olorosos y
mugrientos de condes y archiduques y tu amor a distancia no
me sirve, es como las sobras del amor, es un amor de perros.
Mañana debería ir a verte, a sufrir tus ojos de hielo
disparando contra los fortines donde atrinchero la parte
intraducible de lo que voy sintiendo. Hola, mi amor. No te
encuentro. Hace rato ya que dejé de buscarte, dejé de beber
la alquimia de tu sangre, ya no construyo los relatos de tus
besos ni dibujo la muerte de tu cuerpo en la culminación de
la cópula. Hola, mi amor. Extraño el recuerdo del cansancio
de mi cuerpo con tu cuerpo arriba agotándome la respiración
en un aliento dulce, un gemido y un silencio. Aflojando,
pibe, que se hace tarde para implorar redención. Se me está
muriendo esa porción del hígado que puede generar amor
visceral y a la vez se fortalece esa parte del cerebro que
inventa amores teóricos, dos puntos comillas Amo la
libertad, la literatura y la raza humana cierra comillas
punto aparte. Lo único que amo es una hembra jadeando en mi
oído súplicas de la carne, sangre y fuego.
Hola, mi amor, no estás acá. Hola y no podés oírme ni
vos ni Vanina ni Roxana ni Gabriela ni Silvia ni Florencia
ni tantas sombras que pasaron por mis días como animales
sigilosos, temerosos de sus cuerpos, moviendo con su zarpa
el sexo dormido del diablo, lamiendo con desesperación mis
labios, que luego del orgasmo se cierran para siempre. Hola,
mi amor. No estás acá y yo sí y te extraño. Soy extraño a lo
que tus manos recorren. No podés acariciarme el pensamiento
y por más que te esmeres trabajando mi bajo vientre ya no
son tus manos las que pueden con mi furia. Hola, bestia, te
buscaba, quiero que salgas de tu cueva, que abandones el
bálsamo que te protege como una placenta prefabricada.
Alambre de púas hay en las paredes de tu vagina. Me lastima
tu cadera bamboleante y tus dedos que ciñen con fuerza a mi
animal que ahora sólo quiere dormir el sueño de los pobres.
Hola, bruja, hola, mi pobrecita puta de puerto, matrona
de bucaneros y piratas mutilados por guerras perdidas en
mares vientres femeninos, torturando los bajeles que navegan
la inocencia. Mi pobrecita puta de dos dólares, que te
penetran las carabelas de una expedición que nunca vuelve,
porque no llega nunca a ninguna parte. ¿Encontraste al
hombre de tu vida? ¿Podés, acaso, imaginar una docena de
orgasmos juntos? ¿Te preguntaste alguna vez si aunque sea
uno de los marinos que movieron tus timones secretos te
quiso la décima parte que a su bajel?
Hola, perra, hola, tigresa atormentada por las pequeñas
zarpas de tus cachorros que para mamar te sangran los
pezones y te clavan en las tetas sus filosos dientes de
leche.
Hola, perra sarnosa podrida de esta maternidad que
atormenta al can de tus sueños, al perro que te castigue
hasta matarte, al animal que te penetre hasta el fondo.
Hola, puta sucia de sangre y semen de nadie y de todos,
de Napoleón y Artigas y Beethoven y Abraham Lincoln. Puta
rutera, puta de cabaret, puta de los barrios bajos, puta
poseída sobre el barro por toda una centuria de legionarios
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Leve Retina Nº 6 Pag. 4
romanos, puta poseída en la biblioteca por los setenta y
seis tomos de Historia Universal, puta de establo, de
taberna, puta de pies a cabeza, puta de alma o puta a secas,
hola.
¿Dónde estábamos? ¿En la corte francesa? ¿En el
establo? ¿En el ejército romano? ¿En alta mar? ¿En el lecho
nupcial? ¿En la cueva del tigre? ¿En el averno? ¿En el
autobús? Hola, hola mi amor. Te buscaba y no estás acá. Te
busco, aún, en mi interior, en el cenicero repleto de
colillas, en la constelación de Orión, en la borra del café.
Hola. Hola, mi amor.
---
* Origin: Alea Jacta Est. (FidoNet 4:900/109.25)
= CUENTO ======================================================== CUENTO =
From : Marcelo Alonso 4:901/102.4
Subj : La araña invisible I
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Marcelo Alonso, Marcelonso, Marlonso, un fundamentalista
literario (dígolo después de leer sus "Fundamentos
Literarios"), ex-docente universitario, con una edad que
tiene una cota menor en los 24 años y una mayor en los 24
años, se define como un "Joven participante de las
redes", quien hace pocos años redescubrió el placer de
escribir "(después de reponerme de una experiencia cuasi
'Saint-Exuperyesca' a los 12... -'Mirá las pavadas que se
pasa escribiendo!'- Lo de las pavadas no ha cambiado,
sólo he aprendido a aceptarlas y a no desecharlas (-8 )"
La araña invisible I
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Lo primero que hizo, al llegar a su nueva casa, fue cumplir con eso
que se había convertido en un ritual obligatorio cada vez que entraba a
una casa que no le fuera familiar.
Revisar los rincones.
Pero la casa, tal y como Cobain se lo había prometido, era segura.
Debajo de las mesas. Detrás de los armarios. Arriba, en las esquinas
del cielorraso. En la cadena que sostenía la lámpara del comedor. Y, por
las dudas, adentro de los cajones de los armarios. Todos los cajones. Y
con una actitud de expectativa, con la ojota en la mano, lista para el
golpe rápido y efectivo. Y la posterior huída a un nuevo lugar seguro.
Ese Cobain no le había dado su palabra en vano, entonces. El viejo
decrépito, de pelo largo y grasiento, de mirada torva y perdida y de "te
estoy cagando, pero bancátela". Ese tipo asqueroso le había cobrado más
guita, estaba seguro, por prometerle conseguir una casa libre de arañas.
Así se lo había pedido, sin titubeos, qué joder, uno paga y tiene
derecho a exigir, ¿o no?
El jovato al principio lo miró medio raro, como esperando que su
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Leve Retina Nº 6 Pag. 5
siguiente acto fuera algo totalmente fuera de protocolo, nada de cuántas
cuotas, ni por licitación, ni tengo garantes, ni nada convencional; algo
más estrambótico, como reír estúpidamente o ponerse a hablar a alguien
que no estuviera ahí.
Pero no por nada le habían recomendado ESA inmobiliaria. Cobain
proveía todo tipo de propiedades "especiales". Era el principal agente
de la mayoría de los "pesados" de la zona. Traficantes, contrabandistas,
incluso tenía tratos sucios con la cana.
Los charlatanes vestidos de túnica blanca le pedían casas con "buenas
ondas", o con muchas ventanas mirando al norte, o sin ventanas. Para sus
celebraciones de nuevas religiones y fe de ovnis y estrellas.
Pero él quería una casa sin arañas. Ni más ni menos. Así que mantuvo
la mirada seria y una actitud de comprador pidiendo simplemente que las
habitaciones de los chicos fueran espaciosas y ventiladas, y aguardó.
El jovato sucio ablandó la mueca, había guita extra de por medio; y
sin quitarle la vista de encima palpó un fichero ajado y extrajo una
hoja rectangular, apergaminada.
"¿Esta qué le parece?", dijo entre dientes amarillos de cigarros
añejados en el paladar. "No me importa cuántas habitaciones" dijo él,
"aunque le parezca una boludez, lo único que quiero es que no esté cerca
de un baldío, o una construcción, que sea nueva, que esté recién pintada
de blanco, absoluto blanco; y que contrate un ejército de negras que
vayan y limpien hasta el último rincón, ¿me entiende? No me calienta que
tenga uno o dos pisos, sino que NO tenga sótano, ¿ok?"
"Como usté diga... usté paga", dijo la semisonrisa en la cara de
Cobain.
Así que le dejó el teléfono, y esperó pacientemente (como una araña
en su tela, esperando y esperando a que caiga la víctima) a que el tipo
de la inmobiliaria lo llamara.
No tuvo que esperar mucho. A los tres días, teléfono llamando, voz
ajada de viejo y: "Listo. Está limpia. No hay un baldío en cinco cuadras
a la redonda. Todas las ventanas tienen mosquitero grueso. No tiene
sótano. Y el precio es el que hablamos."
Colgó, satisfecho e impaciente, y se dirigió a la inmobiliaria.
Cheque, apretón de manos (las manos del viejo, como sin huesos, como
con varillas de mimbre), semisonrisas falsas, trato hecho.
El taxi lo había dejado en la puerta, flanqueado por su equipaje.
Cuando hubo revisado todo en la casa (el equipaje había sido revisado
en el hotel, y luego sellado a toda intrusión), desplegó sus
pertenencias por las habitaciones y caminó por todas ellas, degustando
su fortaleza, su impenetrabilidad.
Se relajó y salió a hacer algunas compras.
A la puerta secreta no la descubrió hasta la noche.
Detrás del armario de la cocina, el fondo de madera hizo un ruido
hueco contra la botella de vino que estaba guardando. El frío le
recorrió el cuerpo, llendo desde la mano que sostenía la botella, hasta
la raíz de sus testículos. Retiró los dos anaqueles de madera y empujó
el tabique. "Como en una película. ¡Como en una puta película de
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Leve Retina Nº 6 Pag. 6
terror!", pensó en un grito su mente.
¿Qué era esto? Cobain le había dicho que ni siquiera un sótano. Nada.
Y ahora... El viejo decrépito se las iba a tener que ver con él.
Pero cuando el tabique se abrió, lo hizo sin chirridos, sobre una
habitación blanca, sin ventanas, en ligero desnivel. En la pared opuesta
a las bisagras de la puerta secreta había una llave de luz flamante. Y
la luz estaba encendida, una lamparita desnuda colgando de un cable en
el techo.
Era como un armario, pero enorme, con estantes de madera sobre los
que descansaban, en pulcras hileras, cientos de frascos de conservas, de
distintos tamaños. Grandes, de mayonesa; medianos, de mermeladas;
pequeñitos, de aceitunas o pickles.
Bajó los dos escalones y se acercó a los frascos. No hubo horror,
sólo una sensación de todo el universo bloqueado y frío en su pecho,
cuando vió el interior de los frascos, que alguna vez habían contenido
comestibles.
En cada frasco, había una araña viva. Todas se movían, buscando la
salida. Asquerosamente, trepando un poco por la pared de vidrio, hasta
la tapa, para caer al suelo del frasco en un gesto torpe y abyecto.
Había de todos los tamaños y colores. Negras y apelusadas; grises y
de gruesas patas, blancuzcas y de patas finitas y trémulas; rojinegras
de patas cortas y cuerpos rechonchos y arrastrantes. Todas pugnando por
salir.
El terror, perfecto y eterno, lo paralizó. Ni siquiera oyó la puerta
de madera cerrándose a sus espaldas.
Lo último que pudo ver, antes de que la luz se apagara, fueron las
estanterías temblando en forma creciente y, finalmente, cayendo.
Marcelo Alonso
17-12-93
---
= CUENTO =========================================================== CUENTO =
From : Hernando Tejedor 4:901/124
Subj :
=============================================================================
===============
Alguien se dejó fluir entre el inodoro y el espejo. Hay que es-
quivar. Con cuidado. Hay que andar con cuidado. Ojos abiertos.
Ese que te acaba de tocar el pelo tal vez sea el enemigo.
No mirar ni dar la espalda. La luz se apaga. Se enciende. Se
apaga.
Todo normal. La cosa está en orden.
Hay algo que te está esperando en las habitaciones del fondo.
No. Juntás fuerzas pero no. Hoy no.
Y de repente, este es un buen sitio para pasar la noche. No hace
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Leve Retina Nº 6 Pag. 7
frío. Las luces están bajas. Y nadie tiene miedo de vos.
Te oís gritar. Pero nadie más parece haber oído. Entonces te
ponés a dar vueltas.
La noche dura poco, no hay por qué malgastarla pensando.
Hay algo levemente descentrado, pero no importa.
Hay alguien que está muy borracho, y no sos vos. Alguien que
dibujó esta escena.
La noche quieta
El estruendo
Movimiento contínuo
Que se repite
Pero no tengas miedo. Va a terminar. En cualquier momento.
Después vas a extrañarlo. Vas a recordarlo con los ojos cerrados
Vas a arrastrarte con la cabeza llena de humo
Con las manos hinchadas
Vas a arrastrarte.
Recorrer una a una las habitaciones
tragándote los restos.
Vas a dejarte ver por los muchachos.
Vas a dar lástima.
Entonces, poné tu mejor cara, tratá de mantenerte un rato más,
abrí la puerta.
Si podés, entrá al baño.
Ni se te ocurra mirar el espejo.
Ya no sos el mismo.
---
= POESIA ========================================================= POESIA =
From : Florencia Abbate 4:900/152.14
Subj : Nostalgia
===========================================================================
Florencia Abbate, joven poeta argentina (bah, como
casi todos aquí). Directora de la revista
cultural "El Encendedor". También conocida como
Florenciabbate y como Floretabbancia.
Nostalgia
=========
Dilatamos las estrellas
y acabamos
escupiendo rayos
La palabra elemental
la supe siempre
pero hablamos poco
de lo indispensable
Mi anatomía
se adecuó a las formas
que su presencia requería
Y sin embargo
su luz dejó secuelas
de tristeza en mis ojos.
---
* Origin: Al fondo de las calles, otro cielo (FidoNet 4:900/152.14)
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Leve Retina Nº 6 Pag. 8
= POESIA ========================================================= POESIA =
From : Florencia Abbate 4:900/152.14
Subj : Secuestro
===========================================================================
Secuestro
Como una pesadilla
que te arrastra
que te envuelve
que te quita
la vigilia
para siempre
El alborota
mi tiempo
y me ahonda
en la cíclica
locura
de la noche
Un oscuro
placer
me arremolina
entre su boca cruel
que desparrama
mi inocencia
y la pierde en el aire.
---
* Origin: El encendedor (FidoNet 4:900/152.14)
= CUENTOS ====================================================== CUENTOS =
From : Matias Giovannini 4:900/109.18
Subj : Sequía
==========================================================================
Matías Giovannini nació un caluroso el 30 de Enero de
1972 (o por lo menos eso le dijo mamá que lo tiró a la
pileta a los veinte días). "Desde entonces -dice- no he
hecho mucho, salvo que me agarro el berrinche de
escribir". Interlocutor astuto e ilustrado asustóse
cuando se dió cuenta de que Leve Retina realmente
existía. Tambien conocido por los nombres de Giovatías,
Mactías, McTías.
Sequía
======
(Escrito sobre "Voiles", del Libro 1 de Preludios de Debussy)
Por un instante le pareció alcanzable pero se rió de su propio pensamiento.
Idiota, mirá que tratar de escaparle al calor, es imposible. Abrió
completamente la ventana y salió, deteniéndose justo antes del límite del
vacío; afuera, la luz entre verde y violeta del cielo de la última tarde
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Leve Retina Nº 6 Pag. 9
dibujaba espirales sobre el agua, mecida apenas por el aire que estaba cada
vez menos calmo. Un ejército de nubes avanzaba rápidamente desde el oeste,
combatiendo con éxito contra las primeras estrellas; y en sucesivas ráfagas
le llegó el conocimiento de la tierra empapada. Pampero, buena noche,
entonces, pensó tratando furiosamente de retener el olor a lluvia y a ozono
en su nariz.
Volvió a entrar, y al rato salió y puso una silla en el punto justo en
el que había intuído el agua, de pie frente a la noche. Por lo menos la
evolución de la tormenta (porque la tormenta es siempre una sola, la misma,
que se repite con matices de catedral impresionista) lo iba a entretener
durante un buen rato hasta que tuviera que cerrar la ventana y se viera
forzado a dejarla del lado de afuera. Por ahora, el calor quedaba relegado a
un rincón de su mente y de las sensaciones, sobrepasado por la perspectiva
de la contemplación del temporal. Un poco como para escaparle al calor, pero
no; aunque en realidad no pudiera, pero no.
Pasó poco tiempo (pero él no podía tener conciencia de eso, lo mismo daban
minutos que horas enteras, el ritmo de la lluvia responde a una lógica que
no sabe nada de ritmos ni de expectativas) cuando lo despertó un trueno
violento que resonó durante largos segundos durante los que aprovechó para
serenar su sobresalto. Restregándose los ojos con las palmas abiertas, se le
coló un fogonazo blanco y llegó otra vez el trueno, cada vez más cerca, pero
esta vez esperado, casi como controlado por el aviso. Ahora no tienía que
esforzarse por oler, el tufo de la tierra se agitaba colgado del viento y el
calor retrocedía espantado hacia el este, arrancado de cuajo, corriendo una
carrera que sabía era desigual pero que a la larga ganaría. El calor no se
va nunca, sólo se esconde, se recordó, sabiendo que es único también él,
exactamente como la lluvia. O como la noche, todas las noches de verano son
la misma rápida noche.
Aunque ahora ya no importaba, ahora que las primeras gotas se suicidaban a
sus pies, manchándolo de agua fresca. Abrió la boca y sacó la lengua,
echando la cabeza hacia atrás al tiempo que cerraba los ojos, estirándose
sobre la silla como si fuera una reposera o una hamaca, desperezándose bajo
el cielo bajo y oscuro. De pronto, sintió un cansancio terrible, que le
agujereaba los pantalones y le hacía jirones la camisa, como si todo el
calor que había sentido todos estos días hubiera vuelto para aplastarlo de
una vez como a una araña, para que se dejara de joder, para que terminara de
una vez por todas con su loca idea de escaparse. No podés, escuchaba su voz
lejana de tanto atravesar capas y capas de cansancio, no te podés escapar.
Aunque pienses que hay otro lugar, otros balcones desde donde ver la
tormenta, con otros jardines abajo para recibir tu caída, el calor es el
mismo, en todas partes.
Agobiado, se levantó de un salto en ese preludio de agua que lo rodeaba
de a poco, en cámara lenta, para volver a entrar; se quitó los zapatos, los
pantalones, los calzoncillos, la camisa, haciendo un prolijísimo bollo con
todo eso que arrojó lejos porque había tenido cuidado en dejar el calor
encerrado dentro de la pelota. Apenas si había podido despegar la tela de la
piel. Se preparó una limonada, sabiendo que se aguaría debajo del chaparrón
y así sería mucho mejor. Cuando se volvió a sentar, de espaldas a la
ventana, la silla se le clavó en las nalgas produciéndole un dolor sordo que
aceptó con una sonrisa de placer. Retomó su posición de plano inclinado, el
culo sobre el borde del asiento, las piernas hacia adelante y bien abiertas.
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Leve Retina Nº 6 Pag. 10
Tomó un trago de limonada y volvió a abrir la boca y cerrar los ojos,
apoyando las manos sobre los muslos, un poco arriba, con los dedos hacia
adentro.
La lluvia se demoraba en llegar, el calor se demoraba en irse; las nubes se
partían en relámpagos para volver a unirse después en masas informes que no
se decidían a parir el agua que llevaban en sus combas panzas de virgen
grávida. Esperó, con el oído atento al ruido sutil del trueno mojado, la
inundación, el río vertical. Una gota gruesa y mojada estalló sobre su ojo
izquierdo y resbaló un poco junto a su nariz hasta que pudo sorberla de un
lengüetazo. Tenía el gusto amargo del calor encerrado en el líquido durante
demasiado tiempo. Pensó que el agua nunca llegaría a estar suficientemente
caliente, que siempre quedaba espacio para el próximo hervor, y se
arrepintió de dejar que el calor ahora también estuviera dentro suyo,
transportado por la lluvia. Algunas gotas mojaban su verga reblandecida que
colgaba lacia entre sus piernas, haciendo caso omiso de todo estímulo; otras
se acunaban en su ombligo, protegidas del calor por el vello espeso.
Tardarían en evaporarse, pero aún así no eran suficientes, tenía que escapar
del calor. No podía seguir así indefinidamente.
Decidió dormirse para hacer más llevadera la espera, sabiendo que el
despertador esta vez no iba a fallar, que la lluvia lo obligaría a
interrumpir el sueño. Se dejó fundir con la silla, con el agua; se dejó
acunar por el trueno y trató de no pensar en el calor. Falló, falló
miserablemente, tanto que quiso llorar, se tomó el resto de la limonada.
Miró al oeste, volvió la cabeza al este y gritó sin ganas, agobiado.
El piso del balcón ya estaba casi del todo seco, y la luna asomaba algunas
luces amarillas allá donde todo había empezado, allá en el oeste.
Arrastrando la silla, llorando de impotencia para mentirse un poco su
sequía, cerró la persiana y prendió el ventilador.
---
* Origin: In luxui cupiditatis solacio me retraho (4:900/109.18)
= CUENTO ======================================================== CUENTO =
From : Martin Roo 4:900/109.99
Subj : Las Verdad
==========================================================================
De Martinroo no sabemos nada,
solamente que escribe algunas
cosas bastante interesanes.
"Las Verdad"
============
Un semiburro desgarra, sin quererlo y con un clavo, sus calzones
de color limón.
Busca entre sus libros de botánica y no encuentra.
Aguja y no encuentra. Hilo y tampoco.
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Leve Retina Nº 6 Pag. 11
Encuentra el carretel.
No encuentra la aguja.
Enciende la receptríz de radio, en donde música la orquesta, y
continúa la búsqueda.
Desde la radio suena la orquesta triste de los locos.
No encuentro la aguja y encuentro el anzuelo, entonces coso con
el anzuelo. Como cualquiera de mi familia, coso sin cortar el hilo.
Simplemente enhebro estirando el hilo desde el carretel y sólo corto
una vez terminada la costura.
Imposible coser con el anzuelo.
Forzando la costura me ensarto el pequeño gancho entre los brazos
y la fuerza de la sangre se lo lleva venas arriba. Hago palanca, enton-
ces, con la barreta, pero ya es tarde.
Tiro del hilo y nada.
Me acerco a la ventana, primer piso, y grito. Les grito a los de
abajo y muestro, además, lo que hice en peripecia. Los de abajo se
agolpan en la planta baja y algún semiburro mira por un telescopio.
Veo todo esto desde arriba pero para abajo.
Veo sobre todo con esta parte de los ojos, porque en los bordes
tengo lágrimas, y con esas partes veo pero no entiendo. Veo que se jun-
tan y hacen señas.
Oigo que gritan que tire el hilo y tiro el carretel.
Veo que se aferran al hilo y se descalzan.
Veo que se agarran al pasto con los dedos del pie, por que la
fuerza es mucha y para arriba.
Acá siento en las venas que el anzuelo no para y sube como chupado
sin que nada lo frene.
Si no fuera que están todos descalzos. Si no fuese que el pasto
está crecido y que se agarran, ya habría mas de uno a una cuarta del
piso.
Tengo que agarrarme del marco de la ventana. Allá abajo los grupos
se relevan: los cansados descansan en los potreros y otros se acercan
y tiran del cordel que los arrastra sin remedio.
Si tiran demasiado me duele entre los brazos, entonces grito y
ellos creen que es aliento para ellos, y tiran más y a mi me duele más
y grito.
El carretel gira sobre sí mismo y pesa menos.
Veo que entre todos uno se separa del grupo y señala hacia la
calle. Los demás asienten pero siguen tirando.
Oigo los pasos del audaz que llega hasta un local en donde venden
artículos de broma. Discute con el comerciante y vuelve con un autito
inflable. Lo infla y entra. Hace dos maniobras y veo como estaciona
junto al grupo de fuerza. Entre todos amarran el hilo de coser al guar-
dabarros y empujan el auto, pero no funciona. El auto y su tripulante
son arrastrados.
Entonces el audaz corre hasta una cabina telefónica y llama. Oigo
que dicen que al Sindicato de Atletas Deportivos.
No ha colgado, el audaz, el tubo y ya se ve llegando al 'Jop ' a
la columna de los atletas.
Los del Sindicato de Atletas Deportivos se dividen en grupos de
tres según sus estaturas y a voces rítmicas de Jop-Jop tiran del finí-
simo cordel.
Logran después de horas de trabajo y un desesperado esfuerzo final
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extraer el anzuelo y enganchado en este arrancar de entre los brazos
del semiburro al pez extraordinario.
Veo, creo, allá abajo a los del Sindicato que se felicitan y creo
que oigo, ya sin el dolor ese en la sangre que van a los bares, a embo-
rracharse y a bailar con mujeres bellísimas que jamas podrán tocar para
no bajar el rendimiento.
- "Jop, Jop
disciplina.
Jop, Jop, Jop." -
(oigo que cantan).
El pez extraordinario queda boqueando en un charco junto al cordón
de la vereda.
Un ratón azul sale de un tarro de basura. Otros seis ratones de
colores distintos quedan espiando desde la lata.
Llega oliendo el aire y alucinado por el hambre abre la boca para
dar el mordisco al pez escado.
Oigo muy poco y muy bajo, allá abá.
Oigo que el pez murmura. Dice que puede responder a todos sus
enigmas si lo salva del pánico y puede envenenarlo si lo muerde.
El ratón, entonces, el azul digo, retrocede erizando la piel de
su cuello y encorvando la línea del lomo.
El azul, sorprendido de que un pez hable, se aproxima alerta y
huele al personaje. Después, solo después, dice:
- Con probar no pierdo nada -
Y en su oreja su aro de oro enchapado en hierro, vibró como casca-
bel.
El moribundo también se sorprendió del habla del pequeño y dijo
que solo en sangre le era posible respirar y dijo también:
- Sin oxígeno cambiaré gradualmente de color y moriré -
- ¿De que color estoy? - preguntó
- Dorado, pez, todo dorado - contestó el azul.
Y como decía la verdad su aro no hizo ruido.
- Necesito nadar, respirar. Si llego al color cereza mi muer-
te estará cercana y con mi vida se irán también las verdades que solo
yo conozco - Dijo el pez. Y agregó - Necesito sangrar, ratón, nadar en
sangre. -
El ratón partió en busca de quien proporcionara.
Llega éste al rato señalando el camino a un viejo. El pez escado
convence al hombre de la oreja para que le dé parte de su sangre, pero
éste pide pruebas. Así el pez le pide que acerque la oreja a su boca.
Cuando el se inclina sobre él, éste salta y le arranca la oreja de un
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solo mordisco. Después,con la oreja entre los labios ensangrentados,
le dijo:
- No hay pruebas. Hay verdades. Y pido sangre a cambio. -
Veo al anciano escapar del lugar dejando tras de sí un reguero de
pequeñas gotas que, desde aquí, supongo de sangre.
El pez extraordinario continúa con la boca llena de la oreja que,
desde aquí, supongo tibia todavía.
- ¿De qué color estoy? - Repitió el pez, mirando de reojo su
reflejo en el agua del charco.
- Cereza - Dijo el azul, notando que solo quedaba del antiguo
dorado en las aletas y la cola.
El pez cereza cerró sus párpados traslúcidos y volvió a abrirlos.
- Cerezas - Suspiró - No debo llegar al esmeralda, si llego
llegará también mi muerte y con ella se irán las verdades que solo yo
conozco. Necesito a alguien, necesito nadar. -
El pez cereza no dijo nada más, pero brilló cerca de su boca un
brillo en una escama. Un cristal de musgo tal vez.
El ratón azul se perdió entre las construcciones en busca.
Lo vi volver a las horas con un periodista de las radios.
Seguramente había sido advertido y no hizo preguntas ni pidió
pruebas.
Traía consigo una pequeña grabadora portátil y un balde con san-
gre.
El pez respiraba con dificultad y abrió solo un ojo.
- ¿De qué color estoy? -
- Esmeralda - dijo el periodista.
- Cereza, color cereza - apresuró el ratón, pero en su oreja
su aro de hierro y oro vaciló en el aire con la mentira y el extraordi-
nario supo que mentía.
- Solo las aletas cereza, lo demás todo esmeralda - dijo el
periodista de las radio, sin hacer caso a la mirada del azul enfureci-
do.
El pez esmeralda respiraba agitado y lento y se le escapó de la
boca:
-... si llego al magenta estará tan próxima y con... -
El ratón se hizo a un lado.
El periodista, después de arremangar su camisa y agitar la sangre
para oxigenarla, tomó al pez y lo deslizó en el balde, luego de haber
tocado la superficie con el codo para ver si la temperatura.
El pez salpicó en redondo al hundirse bajo la espuma rosada.
El periodista secó su codo con un pañuelo y después de hacer con
él un triángulo perfecto volvió a ponerlo en el bolsillo. Entonces tomó
el balde por la manija y lo levantó, no sin antes instalar al ratón en
el bolsillo opuesto para equilibrar los pesos. Solo después salió cami-
nando para las radios.
Dentro del bolsillo el mus entornó los ojos y en medio de olor a mone-
das de bronce, pedazos de grafito de lápiz y migas de pan negro, imagi-
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no la posibilidad de esas alas de madera balsa, con pequeñas poleas,-
tensores de gamuza, broches de acero y martillitos de contrapeso a los
lados, bajo la hélice de corcho.
Unas alas como las de los antiguos grabados de las primeras alas
El operador del programa nocturno se aburría despiadadamente junto
al teléfono y los discos con cubiertas de colores molestos, cuando
entró el verdugo con el pez dentro del balde y el ratón dormido de con-
trapeso en el bolsillo.
- Desaloje el estudio 'A' -
- ... - contestó el operador.
- vacíe el 'A'. Es urgente - volvió a ordenar el verdugo y
dejó el balde en medio de aquel estudio, en el lugar de la mesa redon-
da, bajo el micrófono de acero inoxidable.
Camino los pasos que lo separaban del estudio 'B' y cerró detrás
de sí la puerta acústica acolchada, se sentó al micrófono y levantando
la mano dio la señal. El ratón, tras el vidrio y en los controles, bajó
la música y titiló la luz roja del estudio .
En el aire.
- Señoras y señores - dijo, calma, la voz profesional desde
los parlantes. - Dejaremos de transmitir música por unas horas. Una
situación inesperada hace que debamos... -
Contó su versión de los episodios del pez escado.
- ... pido, entonces, la ayuda de la audiencia para la dona-
ción del vital fluido. Sé que no dudarán en lo beneficioso del canje:
sangre por verdades. - y dejó en suspenso la frase, dando un dramatismo
que agradó a la audiencia, sobretodo por el efecto de eco que, tras el
cristal, aplicó sutil el operador de los programas nocturnos, que había
terminado su tarea en el 'A' y estaba nuevamente en su puesto.
Al instante la ciudad comenzó a llamar a la estación de radio que,
no dando abasto, dio cauce al total de las llamadas habilitando nuevos
números e incluso dando números telefónicos de otros lados, cuestión
de mantener a la afiebrada masa llamatríz entretenida en comunicaciones
con lugares diversos. Desde el cableado de la red telefónica llegaba
por litros la sangre generosa de la gente que merced a un oportuno
golpe de micrófono en el vidrio de separación entre el 'A' y la cabina,
entraba a chorros directamente del tubo del teléfono al recinto, ade-
cuado para la tarea por el operador, que había obturado los resquicios
con burletes elásticos de caucho. De esta forma fue llenándose el estu-
dio en donde dormía su desmayo el pez.
El papel de apunte musical para los programas de esa noche servía
hecho un bollo de tapón en el agujero del vidrio.
Hubo, sin embargo, llamadas no de donación sino de queja. El an-
ciano, ahora de una sola oreja, recriminó a la emisora por la perdida
y reclamó para sí un trato similar al que se le daba al pez. Exigía la
restitución del apéndice cercenado.
El operador y el periodista, hábiles, idean un modo: dictan a la
audiencia un nuevo número telefónico donde se reciben donaciones de
pedacitos de oreja. La forma, la siguiente: debían, en la medida de sus
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deseos y posibilidades seccionar un trozo de oreja, desenroscar la tapa
del micrófono del tubo y soplar, después de haber discado el número de
la emisora, finalmente enroscar la tapa y colgar.
No fue el el único en quejarse.
De la embajada de la República de Gorina se quejaron por las manchas
en el alfombrado. En forma del todo irresponsable, la radio había deri-
vado parte de las llamadas allí, con la consiguiente afluencia de san-
gre hacia aquel sector de la ciudad.
Los donantes empezaron a reclamar las verdades prometidas pero,
por alguna razón y en su pecera de sangre; desde el micrófono empapado
de rojo, el pez escado repetía:
- De que color estoy ?
Cuando llegue al magenta mi muerte estará cercana y a ella
se irán conmigo las verdades que solo yo conozco.
- al índigo
- al carmín
- al al al
...y con mi muerte...las verdades que solo yo conozco
se habrán ido.
Ninguna verdad había sido dicha y en la puerta, hileras intermina-
bles de gente sin teléfono, de personas con el antebrazo desnudo, do-
blaban la esquina en busca de una situación menos recta, de una verdad
mas flexible que el árido NO de los porteros de la radio.
Con las narices pegadas al vidrio. Con el hocico pegado al vidrio.
El operador el periodista de las radios y el ratón, insistían al pez
extraordinario que comenzara con el enunciado de las verdades prometi-
das, pero el pez con sus duda sin fondo ni sosiego repetía y repetiría
eternamente delante del micrófono :
- ¿ De que color estoy ? -
y nunca habría respuesta que lo conformara.
El periodista de las radios saco el bollo de papel que obturaba
el orificio en el cristal.
La sangre brotó a borbotones hasta alcanzar el nivel del borde
inferior del agujero, astillado como un abanico de pequeños rayos frí-
os.
Planchó como pudo y con la yema de los dedos, el orden de las
canciones del programa musical.
El operador volvió a su silla giratoria y con el papel delante
suyo, pulsó las teclas y los botones y la aguja giró dentro del surco
en espiral.
Bajo la mirada del ratón azul, el periodista miro el prospecto del
sobre color blanco y vertió en el balde plástico los polvos, cierta
cantidad de agua y el azúcar. Sacó su cuchara de porcelana del
cajón de la máquina y encendió su grabadora portátil.
Dentro de la pecera, mas gigante que nunca, mas oscura que nunca
la sangre, amarronada de óxido, quietaba como un aceite.
El ratón sintió, sobre su columna minúscula, un frío en escalera.
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Escalofrío.
El operador sacó el embudo del aceite de los discos y lo deslizó
sobre la mesa hacia el verdugo.
El de las radios circuló la mezcla con la porcelana y, previo
embudo, volcó hacia la pecera el preparado.
Como el ácido comió la sangre aquel brebaje líquido; Y el ratón,
el azul, sintió el miedo nuevamente.
Entonces le crecieron las dos alas de balsa que siempre había querido
y se tiró por el agujero hacia el infierno.
Hubo el silencio, entonces, diez segundos. Mientras duró que ter-
minara todo.
El vitriolo volvió al sobre y el sobre al bolsillo del verdugo.
Eran en todos lados las cinco en punto de la madrugada.
La gente oía música desde hacia rato. Músicas suaves y lejanas.
El periodista de las radios, en el estudio 'A', ya limpio, ya
iluminado y seco, disparó la tecla de su grabadora y oyó la cinta mag-
nética-sensible.
En el aire.
Como todos los que a esa hora escuchaban la radio, oyó dos voces.
Una de pez. La otra mas pequeña.
primera voz audible
- ¿De que color estoy? .
segunda voz
- ¿Qué bandera tiene el barco mío?
¿De que color?
¿Cuánto falta, cuánto?
Qué rumbo, dios, no veo...
Y no se oían mas.
suaves ruidos de goznes metálicos,de gamuza y pequeñas poleas
circulares
Aire agitado.
Agua turbia y ruido de agua se oía.
Luego nada.
En su casa el semiburro encontraba la aguja.
-Estúpidos - decía - cuándo la música-
Y apagaba la radio
---
* Origin: Ni Medio Point (4:902/2.3)
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= POESIA ======================================================== POESIA =
From : Federico Joselevich 4:900/109
Subj : ¿O acaso la tan tediosa, fermosa, anhelada, añejada libertad...?
==========================================================================
Federico Joselevich, nacido el 23 de diciembre de 1972;
operador del BBS Cultural Carreteras del Viento (perdón
por el chivo); veterano de tres años de antigüedad en las
redes de mensajería electrónica; coordinador de Fidonet
Argentina desde noviembre de 1992 hasta noviembre de
1993; según los medios: pelirrojo, menudo e inquieto;
según el folklore telemático: "...el escribe, describe,
hace y deshace, una tano dicotómico, pero buen tipo (aunque
habría que ver sus circunstancias); también conocido como
Fedelevich, Peperico, Pepelevich y demás.
¿O acaso la tan tediosa, fermosa, anhelada, añejada libertad
============================================================
es ser el zapatero de la esquina?
=================================
Quizás hoy elijo eso,
enamorarme de tus ojos
mirarlos uno a uno
y dale que va...
tocarlos suavemente
con mis ojos
y sentir la ilusión
(óptica) (óptima)
de que tus ojos
me miran uno a uno
y dale que va...
---
* Origin: Carreteras del Viento (4:900/109.0)
= CUENTOS ====================================================== CUENTOS =
From : Diego Jägger 4:900/109.99
Subj : Ella y nadie más
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Ella y nadie más
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Conozco a Rafael desde que en la escuela secundaria le retrucábamos al
tedio de los profesores con inventos que nos parecían más importantes
que la rueda. Rafael, angelito de cara inocente, me asustaba todos los
días con su imaginación ilimitada. Siempre pudieron más mi orgullo de
adolescente y mi amor a la emoción (quizás también a Rafael) que la
timidez. Nadie podrá decir que yo no era de la partida. Es cierto que mi
ingenio disimulado me ayudaba a limitar los riesgos: nunca aposté fuerte
sin un siete en la manga. Ibamos aprendiendo de esos juegos en la
escuela, sin saber que lo aprendido serviría para otro juego brutal que
complicaría nuestras dos vidas (y segaría otras tan queridas). Junto
con el ajedrez y los naipes nos invadía la música. Horas electrónicas
para crear algún nuevo ruido. Más horas en la oscuridad con cigarrillos
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espesos y gruesos sonidos ingleses. Los curiosos consiguen encontrarle
un lado fascinante a todo. Ateos casi congénitos, nos embelesaron
temprano las religiones. Después la política, los insectos, la
historia... Envidio a los adolescentes que fuimos, descubriendo el mundo
hora a hora, todo era nuevo. Dadá y los impresionistas, Mahler y Hesse,
Truman y la física...todo se podía juntar con el rock y las mujeres.
Después, a medida que los años nos hicieron menos irresponsables, nos
conformamos con menos. Pero la física siempre quedó, somos curiosos ante
todo. Así fue (dice Rafael) que empezamos nuestra construcción.
No hace mucho que la fabricamos. Tantos años estuvimos separados, lejos
de las cosas de entonces, que nuestro sueño se congeló. Creo que Rafael
se equivoca, no empezó con la física. Antes de pensar en hacer algo tan
complicado quisimos esculpir. Acaso era una idea primitiva de arte, un
hombre hecho de alambres. Así fue realmente, me acuerdo bien. El fue
siguiendo el contorno de mi cuerpo con un grueso hilo de cobre que
habíamos robado de un laboratorio del colegio. Queríamos hacer una
mujer, la Venus del Sur, pero para practicar empezamos con mi figura. La
sensibilidad de Rafael evitó que completáramos la estatua con los feos
acrílicos de colores que su primo aportó entusiasmado al proyecto. No
puedo negar que ese primer intento fue un fracaso. Ahora sé que teníamos
una ilusión imprecisa, eso iba a ser más que un manojo de alambres con
cara de muchacho. Lo miramos, lo pintamos. Padres y amigos nos alabaron.
Rafael (jocoso hasta cuando era serio) lo llevó al colegio, ganando
prestigio frente a la profesora de arte, que sólo pretendía alguna
perspectiva no demasiado alabeada. Nosotros sabíamos que faltaba mucho,
que ese decorado metálico estaba lejos de nuestras fantasías, de ésto
que construimos hoy.
El paso siguiente era claro, pero tardamos en juntar coraje. Al fin
Rafael (más cara de bebé que nunca) le pidió a Silvia que nos hiciera de
modelo. El temblor de mis dedos al pensar en contornear ese cuerpo con
nuestro alambre perdura hasta hoy. Lo hicimos. Y aunque fue definitivo,
vibramos con la muñeca. No la mostramos. (La pasión y lo inconcluso eran
más evidentes esta vez).
En esa época imprescindible y lejana empezó la hecatombe. Rafael y yo
dejamos de vernos, el mundo era peligroso. Años y muertes nos
mantuvieron separados. No supimos nada uno del otro, salvo que nos
veríamos alguna vez.
Cuando lo volví a encontrar, su cara de ángel se escondía bajo una piel
endurecida por polvo y violencia. Los combates le reemplazaron el ojo
izquierdo por silicio y aluminio, más aptos para apuntar un arma que
para sonreír. Lo recibí en mi brazo artificial, que en la guerra trituró
huesos ajenos mejor de lo que pulsa hoy una guitarra. Estamos bien.Otros
dejaron el sexo, la espalda, la vida. En el reencuentro juramos, con
palabras, que la sangre nos daba asco, que basta de cuchillos. Fuimos
resucitando pedazos de aquellos muchachos, jugamos a los juegos que
ellos jugaban, escuchamos su música. La efigie de alambre resucitó de a
poco. Es uno de esos placeres que disfrutamos con la punta de los dedos.
La guerra y los días nos cambiaron : consumimos nuestras vidas sin
apuro.
En el tiempo negro aprendimos algunas cosas. Por eso pudimos esculpir, y
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la estatua ya no es sólo un pedazo de metal: tiene vida propia. Ayer,
por fin, hicimos el amor los tres.
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* Origin: Leve Retina (4:900/109.99)
= CUENTO ======================================================== CUENTO =
From : Claudio Di Renzo 4:901/116.4
Subj : Carta a mi Jefe
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Carta a mi Jefe
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Claudio Di Renzo
Buenos Aires, 07 de mayo de 1994.-
Esta no es la primera carta que escribo, pero tal vez se convierta -casi con
certeza, dadas las circunstancias que la motivan- en la primera que no está
destinada a ser enviada. Y no es que el correo no funcione como debiera, pues a
pesar de sus falencias, la correspondencia suele llegar. Es que mi conciencia no
me permitirá siquiera ensobrarla, y mucho menos franquearla. Apenas creo estar
seguro de que la voy a firmar, querido amigo.
(Nota: Lo de querido amigo es un recurso "literario" y para nada una dedicatoria
sincera)
¿Sabe, jefe? cuando empecé a trabajar en la cabina pública, le confieso que
usted
hasta me cayó simpático. Y se lo digo en serio, sin verso. Por supuesto que sus
andanzas y las profundidades se su morbosa personalidad no me eran para nada
ajenas, cosa que usted seguramente conocía, debido a mi parentesco con uno de
sus
subordinados, quien se había preocupado prolijamente de describirlo. "Es un
turro, un hijo de puta" -me repetía una y otra vez. Y yo le creía, le creía
todas
y cada una de las cosas que me contaba. Pero, francamente, y pese a las
advertencias recibidas, juro y rejuro que la primera impresión que me llevé de
usted fue alentadora. Tal vez su avanzada edad y su miradita de viejo tanguero
me
ofrecieron una figura paternal (Claro que hay padres y padres). Si hasta parecía
salir de una película de Enrique Carreras, una cosa tipo Raúl Rossi cruza con
Santiago Gomez Cou, con jopito canoso y bigote finito. Sus ojos cubiertos
siempre
de una capa lacrimosa -cocodrilesca, afirmaban todos mis asesores- infundían
cierta ternura, dándole la imagen de un jovato sufrido.
Y capaz que sí, Pepe, capaz que era cierto. Pero qué modo de demostrarlo tenía,
jefe! ...
Usted, al igual que todos en Entel, ganaba poco. Lejos estaba de recibir la
cantidad que se le pagaba por el mismo trabajo a otro en una privada. Pero
siempre me asombró cómo se las arreglaba para equilibrar sus magros ingresos
salariales, merced a cierto tipo de "servicios" que les ofrecía, generalmente, a
los clientes más condescendientes. Los dólares estaban baratos, gracias al
orejudo, y una maraña de improvisados importadores surgieron de la noche a la
mañana. Precisaban los telex, y cuanto más baratos, mucho mejor.
Y para qué -corríjame si miento, Pepe- para qué están los amigos, no es cierto?
Con nosotros, la verdad, usted era un turro, Pepe. Pero con los amigos no. Con
los amigos usted era un verdadero filántropo. Generoso a más no poder. Yo mismo
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le he visto apagar la impresora y escribir una tarifa diferencial en local para
Vianino... Y con Takuda si le habré visto enviar telex "sin cargo", sin rollo,
sin boleta, sin tarifa, sin luz ... arriesgando el puesto, mi jefe! Todo por
amistad, por dedicación al sentimiento puro, varonil, desinteresado. No se
justifica por una miserable radio de bolsillo, unos dolares de propina, alguna
que otra invitación a comer. No, qué va. Ese era un feedback ocasional, nomás.
Más que un premio, una obligación de aceptar era, para no pecar de descortés con
los gringos...
Pero ojo, que nadie se confunda... cuando Bauer -el cajero- se manoteó un minuto
a Brasil y se enteró usted, jefecito, nada -N.A.D.A.- le impidió cumplir con su
ineludible deber de echarlo y basurearlo. Yo mismo escuché cuando lo amenazó
-con
razón, jefe, sin duda- con enviarlo preso.
Nunca supe a ciencia cierta si su saña contra Bauer se debió a un fingido
sentimiento en defensa de los intereses de la empresa, o si la bronca cino de
adivinar que ese desliz descubierto traería aparejada toda una serie de
persecuciones e investigaciones que impedirían -de hecho lo hicieron luego-
continuar con las sutilezas de su exclusividad, las cuales le habían cosechado
tantas amistades.
Durante el tiempo que duró el alerta de la jefatura recuerdo su amabilidad hacia
nosotros. Claro. A usted como buen ratón no se le podía escapar el detalle de
que
los operadores éramos entonces todos jovencitos, aves de paso en la empresa, en
su mayoría estudiantes idealistas que no hubiéramos vacilado en contar ciertas
cositas. Pero no, Pepe. Si era más divertido verte en el rincón, tembloroso y
vacilante. Por un mes entero llegamos tarde, salimos una hora y media de
refrigerio, tomamos mate con biscochos, y escuchamos la radio. Qué bronca
traslucía su rostro, mi jefe! Si algo se le puede reconocer a usted, es que aún
en el exilio conservaba las garras bien afiladas, cortando hacia adentro,
desgarrándole el alma, como sacrificio inevitable esperando mejores tiempos ...
el tiempo de volver a atacar.
Y atacó, Señor Jefe, atacó muy bien. Fernández se casaba -¿Recuerda? porque yo
sí- y pedía que los días de licencia por matrimonio se los juntara a los de
vacaciones para aprovechar mejor el tiempo de su luna de miel. La cosa era
sencilla ya la petición más que atendible. La novia de Fernández pertenecía a
otra cabina, por lo cual el servicio no se alteraba, sin contar que la fecha de
la boda era invernal. El servicio no corría peligro alguno. Pero usted negó la
petición argumentando que "los de arriba" -siempre los de arriba- habían
rechazado elpedido por "razones de servicio". La escena fue memorable. Dado mi
escondite en la H3 con la puerta de vidrio entreabierta pude escuchar y observar
claramente cómo a puerta cerrada y con la mano (o debo decir con la zarpa) sobre
el hombro de Fernández le llorisqueaba la mala nueva, y le explicaba,
lagrimeando, pero a pecho descubierto, las incontables batallas que había
librado
infructuosamente contra la jefatura, con el afán de conseguir el positivo.
-Pibe -le escuché decir- vos sabés que me jugué por ustedes. Si fuera por mí,
querido, qué me cuesta? ... pero esto viene de arriba, sabés? ...
Y Fernández casi lo abraza. Si hasta daba la impresión de que en cualquier
momento lo nombraba padrino de boda. Tan indignado estaba Fernández que al día
siguiente -sin comentarle para no preocuparlo, jefecito y ante nuestro
insistente
consejo de amigos- se fue a primera hora a la jefatura central de CIBA a
quejarse, junto con su futura esposa. La respuesta del jefe de tráfico fue
lapidaria, y casi provoca un crimen culposo con atenuantes de emoción violenta.
-Aquí no llegó ninguna petición, Fernández, pero desde ya le digo que las
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vacaciones son suyas, felicidades! ...
A Fernández lo atamos con cadenas y llamamos a sus padres para que se lo lleven
hasta que pudo pensar con claridad y decidirse a no sacrificar su matrimonio por
matar una comadreja.
De la vendetta nos ocupamos nosotros, los tenaces nocturnos de la cabina pública
República. Se lo debíamos a Fernández, y a tantos otros.
Por un mes no durmió usted, mi jefe. Usted que sufría de presión alta y que si
se
despertaba durante lanoche -había cometido el grave error de contármelo- se
desvelaba completamente...
Usted se retiraba a medianoche, Pepe, a pesar de que su turno terminaba a las
dos de la mañana. Pero esos son detalles vistos por los envidiosos que
cumplíamos
rigurosamente los horarios. Pues bien, ahora, Pepe, se debe estar imaginando
quién marcaba cuidadosamente el 659 ... todas las noches ... a esa hora en la
que
usted se encontraba profundamente dormido, y ante su peresoso "hola" contestaba
con voz de ultratumba: "Peeeeeee-pé (pausa) Pe-e-e-e-e-e-e-eeeeeeeeeeeeeeee-pé
Ji, Ji, ji ji ij ij ij!!!"
¿Se acuerda Pepe, de sus ojos rojos de no dormir? Parecía un lobo enfurecido. Su
rostro se veía por entonces francamente desmejorado, y tartamudeaba usted
constantemente.
Imagínese quién le puso "la gotita" en la cerradura del armario JUSTO ese día
que
hacía taaaanto frío, y justo esa noche en la cual usted guardó el saco y el
sobretodo dentro del locker. Le prestamos un pullover, Pepe, no se puede quejar.
Que usted fuera de diez números menos que el pullover y se haya tenido que ir
con
las mangas colgando hasta las rodillas por la calle, no es culpa nuestra, mi
adorado jefe.
El punto culminante fue cuando me llevó secretamente al vestuario y me "contó"
su
drama nocturno, queriendo hacerme hablar. Y yo, casi muriéndome del esfuerzo por
contener la risa hilarante de mi alma, lo culpé a López! ... López! -recuerdo el
súbito brillo de sus ojos, mi jefe- El que había renunciado meses atrás previas
puteadas a su persona ... el seguro sospechoso.
El caso estaba cerrado.
Tan seguro estaba usted de que era López, que cuando siguiendo la joda lo volví
a
llamar para decirle "peeeee-pe, peeeeeeeeeeeeeeeeeee-pe", usted me espetó poor
teléfono:
-"Que hacés Lopecito... sé que sos vos, te traicionaron ... Da la cara
Hijo-e-puta, da la cara, hijo'e puta ... Da la caaara!"
Y ahora, Pepe, el destino le ha jugado una maldad, le ha paralizado un brazo, y
la mitad de la cara. Desde su casa ya ni atiende en su retiro las llamadas de
sus
amigos de la cabina. Y por más que me esfuerce, mi jefe, no puedo sentir pena
por
usted...
... en su infinita capacidad de maldad, usted, víbora asquerosa, me ha hecho ver
al final de la jornada, que yo también soy un hijo de puta!
Usted ganó, mi jefecito.
Usted ganó.
---
* Origin: (4:901/116.4)
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= GOLOSINAS ================================================== GOLOSINAS =
From : Leve Retina 4:900/109
Subj :
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A modo de disculpa le pregunté si creía en los amores a primera vista.
"Claro que sí", me dijo. "Los imposibles son los otros".
G.García Marquez
"El avión de la bella durmiente"
==========================================================================
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Primero fue la luz... Nro.1: El surrealismo y Dalí
después Henry Miller filosófico
EL ENCENDEDOR Bob Dylan, inédito en español
-revista de cultura- etc.
Nro.2: Dossier: Cine, Historia y Política
Homenaje a Rimbaud
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Leve Retina Nº 6 Pag. 23
= STAFF ======================================================== STAFF =
(en el presente número)
Editor irresponsable, compilador y diagramador:
Federico Joselevich (4:900/109.0 y fjoselevich@appeal.uba.ar)
Entrevistas, comentarios, respuestas, ayudas, notas, as, s.
Florencia Abbate (4:900/152.14 y 4:900/109.27)
Marcelo Alonso (4:901/102.4 y 4:900/109.19)
Federico Pilo Firpo (4:900/109.25 y pilo@appeal.uba.ar)
Matias Giovannini (4:901/335.2, 4:900/109.18 y mgiovannini@script.org.ar)
Juan Livingston (4:900/120.23 y 4:900/109.23)
Federico Novick (4:900/121.29)
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Analía Zygier (4:900/109.3)
Leve Retina en formato ejecutable para DOS
Analía Zygier (4:900/109.3)
Leve Retina en formato Word 6.0
Fernando Oscar Gonzalez (*)
Colaboraron en este número
Claudio Di Renzo (4:901/116.4)
Diego Jägger (*)
Martín Roo (*)
Hernando Tejedor (*)
(*) No tiene o no fue suministrada su dirección de red. Para comentarios
dirigirse a Leve Retina (4:900/109.99) o lea más abajo para saber cómo
contactarnos.
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Supuestamente, usted puede encontrar a Leve Retina en cualquier BBS
de la Región 90 de Fidonet (es decir, de la Argentina).
Leve Retina se distribuye en la Región 90 de Fidonet por el File-Echo
LEVE_RETINA. Consulte con su Hub/Host más cercano para mayor información.
En particular, los siguientes BBS distribuyen oficialmente Leve Retina:
Carreteras del Viento -- +54-1-544-6241 (Todos los días, las 24 horas)
The Reset Project -- +54-1-962-6392 (Todos los días, las 24 horas)
+54-1-963-5515 (Todos los días, las 24 horas)
+54-1-941-1676 (Todos los días, las 24 horas)
Existen versiones ejecutables de Leve Retina
disponibles en Carreteras del Viento
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Leve Retina Nº 6 Pag. 24
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Leve Retina existe gracias a la colaboración de los lectores. Si
usted desea colaborar con Leve Retina, envíe sus textos a cualquiera de
las direcciones mencionadas más abajo. Los editores no se comprometen a
publicar todos los textos recibidos.
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Colaboraciones, sugerencias, cartas de lectores, quejas, enigmas
dirigirlas a Leve Retina (rogamos enviar lo antedicho en formato ASCII
y, de enviarlo por correo, por diskette):
FidoNet 4:900/109.99
Internet Leve-Retina@appeal.uba.ar
Correo común y anticuado:
"Leve Retina"
P.I.Rivera 4164
Capital Federal (1430)
Argentina
Los diskettes recibidos no serán devueltos a los autores.
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Todos los textos reproducidos en Leve Retina son propiedad
intelectual de sus respectivos autores y no necesariamente reflejan la
opinión de quienes hacemos Leve Retina.
Está permitida su copia y reproducción por cualquier medio gráfico y
tecnología siempre y cuando se aclare explícitamente la fuente (es
decir, esta revista) en donde debe constar: el nombre y número de la
revista, el autor, y el lugar en donde se pueda obtener el número
original.
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Leve Retina es el nombre de un poema de Arturo Carrera en su libro
"La Banda Oscura de Alejandro". Agradecemos su generosidad al
permitirnos utilizarlo para la revista.
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